El clavero, árbol de follaje perenne, crece silvestre en las Islas Moluku, de Indonesia y se cultiva en Tanzania, Madagascar, Sri Lanka, India, Indonesia, Malasia, Brasil, Jamaica y Guinea. La palabra clavo del latín clavus se debe a que los capullos secos parecen clavos diminutos. También conocían la especie los antiguos egipcios, griegos y romanos. En su libro Morborum Causae et Curare, Santa Hildegarde escribió que el clavo es uno de los ingredientes de los remedios para la jaqueca, migrañas, sordera tras un resfriado; decía que el clavo calienta a los que tienen frío y refresca a los calenturientos.